En los próximos post voy a intentar contaros nuestros viajes, o más bien aventuras. Florianópolis fue el primer destino. A las dos semanas de llegar, recibimos un email de la universidad informándonos de que el principio de las clases iba a atrasarse por culpa de la gripe A. Entonces, Borja, Caro (a los que había conocido dos días antes) y yo decidimos irnos de vacaciones unos días a Florianópolis. Floripa es una isla al norte de Porto Alegre (a unos 600 km) situada en el estado de Santa Catarina. A mí me habían hablado muy bien de este sitio, afirmándome que allí se encontraban las playas más hermosas de Brasil; un verdadero paraíso.
Lo primero fue encontrar la estación de autobus, que no fue nada fácil. No teníamos ningún mapa asi que yo iba preguntando a la gente. Cómo era el principio, todavía no teníamos mucha idea de portugués y la verdad es que la gente intentaba explicarnos pero nosotros no entendíamos nada. Después de largas conversaciones, gestos y mimos, y después de andar muchísimo (y encontrarnos con varios puticlubs) ya por fín llegamos a la estación. Compramos allí los billetes, bastante baratos por cierto. Unos 60 reales la ida (lo que corresponde a 25 euros). Por la noche, nos pusimos en marcha sobre las 12 de la noche.
Al entrar en los autobuses, nos quedamos con una cara de sorpresa, buena sorpresa! Y es que los autobuses estaban geniales, nuevo y muy confortables. Nada que ver con los autobuses aquí. Una noche bastante corta, llena de risas y malentendidos (eso va por ti Borja...:p).
En el autobus (siempre tenemos una historia graciosa que contar sobre los autobuses), conocimos a un chico llamado Dimitri. La verdad es que era un chico majo pero muy charlatán.
Al llegar a la estación de Florianópolis, se arrimarón varios hombres preguntándonos que si necesitábamos ayuda.
"Nao, obrigado..." contestamos todo aconjonados.
"Ah, Sao argentinos?" (No sé cuantas veces nos habrán preguntado eso durante esos 6 meses).
Al final, empezamos una conversación con un argentino (si recuerdo bien). Se ofrecía para hacer de taxista y llevarnos a una pousada barata, en una de las playas más bonitas de Florianópolis. Aceptamos, no sin cierto miedo. Los tres nos miramos, los tres estabámos asustados pero ninguno dijo nada. Nos subimos, rezando que no nos pasará nada.
Nuestro taxista resultó ser un buen hombre y nos llevó a ver la isla desde los puntos más altos, para tener las mejores vistas y eso a un precio muy bajo. El no paraba de decir:
"Es que con los ojos preciosos de esta chica, no puedo decir que no."
Y Borja de decirme en voz baja "Lauris, ya sabes, ojitos!!!"
Y yo cómo no, haciendo ojitos para que nos bajará el precio. (Eso tal vez es la cosa más importante que aprendí en Brasil, hacer ojito sirve de mucho! Sobre todo a la hora de regatear...)
Al final nos llevó a una pousada en la playa de Barra da Lagoa. Allí, nos alquilaron un pequeño apartamento. Como era invierno, los precios estaban muy bajos pero en verano, alojarse en Florianópolis es una pasada. Ya os contaré en mi segundo viaje a Floripa.
Dejamos las cosas y bajamos corriendo a la playa. Tierra prometida, ya por fín esto era Brasil! Hacía mucho viento y el agua estaba helada así que de baños nada. Fueron tres dias geniales: paseos por las playas, primeras caipirinhas y todo eso en hawaianas! (waouh, esto sí que es brasileño).
El segundo día, fuimos a lo que llaman "las dunas". Es un sitio en la isla de Floripa (en realidad, creo que hay varios) dónde hay dunas de arena. Allí puedes hacer Sandboard. Por supuesto, decidimos probar y la verdad es que fue una sensación genial Bueno tambiénhay que decir que nosotras no hicimos sandboard de verdad, nos sentamos en la plancha y nos tiramos. La idea era no romperse una pierna a las 2 semanas de estar en Brasil. Lo único malo es que no nos habíamos traído gafas de sol y se nos metía la arena en los ojos. Al cabo de media hora, yo tenía tanta arena en los ojos que no los podía abrir.
"Borja, ayudame por fi, que no puedo abrir los ojos, sacame de las dunas"
"Bahh sí estás fingiendo lauris!"
Y ahí me quedé, media hora sentada en la arena, con los ojos cerrados, sin saber dónde estaba y rogandole al tonto de mi compañero que me llevase fuera para poder limpiarme los ojos. Gafas de sol: indispensable en Floripa.
Pero todo tiene un final y al quarto día nos marchamos para volver a nuestra nueva tierra, Porto Alegre, tan blanco como habíamos llegado.
Mi estancia en Brasil empezó con Floripa, y decidí que tenía que acabar con lo mismo. Por eso, en el siguiente post, os contaré mi segundo descubrimiento de Floripa.
Lo primero fue encontrar la estación de autobus, que no fue nada fácil. No teníamos ningún mapa asi que yo iba preguntando a la gente. Cómo era el principio, todavía no teníamos mucha idea de portugués y la verdad es que la gente intentaba explicarnos pero nosotros no entendíamos nada. Después de largas conversaciones, gestos y mimos, y después de andar muchísimo (y encontrarnos con varios puticlubs) ya por fín llegamos a la estación. Compramos allí los billetes, bastante baratos por cierto. Unos 60 reales la ida (lo que corresponde a 25 euros). Por la noche, nos pusimos en marcha sobre las 12 de la noche.
Al entrar en los autobuses, nos quedamos con una cara de sorpresa, buena sorpresa! Y es que los autobuses estaban geniales, nuevo y muy confortables. Nada que ver con los autobuses aquí. Una noche bastante corta, llena de risas y malentendidos (eso va por ti Borja...:p).
En el autobus (siempre tenemos una historia graciosa que contar sobre los autobuses), conocimos a un chico llamado Dimitri. La verdad es que era un chico majo pero muy charlatán.
Al llegar a la estación de Florianópolis, se arrimarón varios hombres preguntándonos que si necesitábamos ayuda.
"Nao, obrigado..." contestamos todo aconjonados.
"Ah, Sao argentinos?" (No sé cuantas veces nos habrán preguntado eso durante esos 6 meses).
Al final, empezamos una conversación con un argentino (si recuerdo bien). Se ofrecía para hacer de taxista y llevarnos a una pousada barata, en una de las playas más bonitas de Florianópolis. Aceptamos, no sin cierto miedo. Los tres nos miramos, los tres estabámos asustados pero ninguno dijo nada. Nos subimos, rezando que no nos pasará nada.
Nuestro taxista resultó ser un buen hombre y nos llevó a ver la isla desde los puntos más altos, para tener las mejores vistas y eso a un precio muy bajo. El no paraba de decir:
"Es que con los ojos preciosos de esta chica, no puedo decir que no."
Y Borja de decirme en voz baja "Lauris, ya sabes, ojitos!!!"
Y yo cómo no, haciendo ojitos para que nos bajará el precio. (Eso tal vez es la cosa más importante que aprendí en Brasil, hacer ojito sirve de mucho! Sobre todo a la hora de regatear...)
Al final nos llevó a una pousada en la playa de Barra da Lagoa. Allí, nos alquilaron un pequeño apartamento. Como era invierno, los precios estaban muy bajos pero en verano, alojarse en Florianópolis es una pasada. Ya os contaré en mi segundo viaje a Floripa.
Dejamos las cosas y bajamos corriendo a la playa. Tierra prometida, ya por fín esto era Brasil! Hacía mucho viento y el agua estaba helada así que de baños nada. Fueron tres dias geniales: paseos por las playas, primeras caipirinhas y todo eso en hawaianas! (waouh, esto sí que es brasileño).
El segundo día, fuimos a lo que llaman "las dunas". Es un sitio en la isla de Floripa (en realidad, creo que hay varios) dónde hay dunas de arena. Allí puedes hacer Sandboard. Por supuesto, decidimos probar y la verdad es que fue una sensación genial Bueno tambiénhay que decir que nosotras no hicimos sandboard de verdad, nos sentamos en la plancha y nos tiramos. La idea era no romperse una pierna a las 2 semanas de estar en Brasil. Lo único malo es que no nos habíamos traído gafas de sol y se nos metía la arena en los ojos. Al cabo de media hora, yo tenía tanta arena en los ojos que no los podía abrir.
"Borja, ayudame por fi, que no puedo abrir los ojos, sacame de las dunas"
"Bahh sí estás fingiendo lauris!"
Y ahí me quedé, media hora sentada en la arena, con los ojos cerrados, sin saber dónde estaba y rogandole al tonto de mi compañero que me llevase fuera para poder limpiarme los ojos. Gafas de sol: indispensable en Floripa.
Pero todo tiene un final y al quarto día nos marchamos para volver a nuestra nueva tierra, Porto Alegre, tan blanco como habíamos llegado.
Mi estancia en Brasil empezó con Floripa, y decidí que tenía que acabar con lo mismo. Por eso, en el siguiente post, os contaré mi segundo descubrimiento de Floripa.
Manezinha da ilha! :D
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